Este comportamiento, lo denominó Roger Mugford (psicólogo animal) como síndrome de furia. Afecta a varias razas, pero en los cócker spaniel se manifiesta más que en ninguna otra. Los perros con este síndrome actúan repentinamente de forma agresiva y sin desencadenante o motivo hacia cualquier persona o cosa que esté cerca. Son ataques de una duración breve, unos pocos minutos, tras el que volverá a mostrarse calmado y sin recordar lo que acaba de suceder, siendo amistoso o cariñoso con la misma persona que había atacado unos instantes antes. Durante el ataque, los perros afectados muestran una mirada vidriosa y desenfocada y resulta imposible extraerles de la irrupción agresiva.
Además, este síndrome de los cocker spaniel locos es más común en los cócker de colores sólidos, especialmente dorados; es decir, que tiene un componente genético. Las razones por la que está más presente en un color son dos: la alta demanda de cócker dorados hace que se crucen familias del mismo color, no mezclando, consiguiendo que se perpetúeles tanto el gen del color como del síndrome.
Según los veterinarios, el síndrome de furia se trata como un trastorno epiléptico, pues afecta a las mismas partes del cerebro. Aunque también hay otras dos hipótesis: puede ser una forma de esquizofrenia o a causa de niveles bajos de serotonina en el cerebro. Por esto, su diagnóstico pasa por pruebas genéticas y electroencefalogramas (EEG), pruebas no son del todo concluyentes.
Por ello, si tu perro cumple con esos síntomas, antes de regañarlo (de nuevo) por su mala conducta, llévalo al veterinario a hacerle las pruebas, y en especial, si se trata de un cocker spaniel.
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