A día de hoy, no tener un seguro de hogar no parece una opción. Los imprevistos que nos pueden surgir en casa son muchos, más aún si el inmueble ya tiene muchos años, y muchas veces el coste del arreglo supone un desembolso al que es difícil hacer frente.
Según ICEA, Investigación Cooperativa entre Entidades Aseguradoras y Fondos de Pensiones, y por tipo de siniestros que más se registran en un hogar, el 32,9% corresponde a daños por agua, el 19,3% a rotura de cristales, el 10,8% a servicios de asistencia, el 6,9% a daños por fenómenos atmosféricos y el 6,7% a robos o daños por robos.
Por estos y otros motivos, la mayoría de los hogares ya cuenta con uno seguro de hogar con el que hacer frente a reparaciones y arreglos. Y es que contar con uno nos da mucha tranquilidad ante lo que pueda ocurrir. Pero antes de contratarlo, lo primero que tenemos que hacer es saber en qué consisten, los tipos que hay y qué cubren en cada situación. Después, lo mejor es comparar la oferta del mercado y quedarnos con aquél que mejor se adapte a nuestras necesidades, puesto que el seguro va a depender mucho de factores como el tamaño y la antigüedad de la vivienda o los objetos que haya dentro.
Para intentar ayudarte en la elección de un seguro, te dejamos algunos consejos en forma de preguntas para que la contratación de tu seguro de hogar se te haga algo más sencillo.
Lo primero que debemos hacer es una estimación del contenido y del continente de nuestra casa y de lo que se va a asegurar. Es decir, realizar una especie de inventario de lo que tenemos para dar un valor lo más ajustado posible.
El contenido es cuando hablamos de aquellos bienes que están dentro de la vivienda, como electrodomésticos, ropa y objetos de uso personal. Por su lado, el continente hace referencia a la construcción en sí, como cimientos, muros, ventanas, techos, suelos, puertas…; construcciones accesorias, como vallas o cercas del edificio; o Instalaciones fijas, como el agua, el gas o la electricidad.
Primordial fijarse en las coberturas. También la letra pequeña, para que luego no haya sorpresas. No en vano, la mayoría de las reclamaciones viene por este lado. Debemos tener claras las respuestas a preguntas como si cubre cualquier incidencia, si todos los bienes están incluidos, qué pasa cuando originamos daños a terceros…
Un punto interesante también en este aspecto es ver coberturas adicionales que puedan quedar incluidas, como daños estéticos, atracos fuera del hogar, daños eléctricos… Y este punto es lo que suele marcar la diferencia entre un seguro y otro.
Un aspecto muy importante que no debemos pasar por alto. Algunos seguros cuentan con un periodo de carencia, es decir, un tiempo por el que el seguro aún no será efectivo, bien en su totalidad, bien en algunos aspectos.
A veces creemos que estar protegidos ante muchas cosas hará que el seguro sea mejor. Y esto puede ser así si son coberturas que a nosotros realmente nos hacen falta. Pero contratar algo simplemente por el hecho de tenerlo no tiene sentido. Por eso, hay que valorar las necesidades reales, la indemnización, las exclusiones que el seguro tiene en ciertas coberturas…
No dudes en realizar esta pregunta todas las veces que haga falta. Si algo no lo entiendes, pregúntalo. Quedarte con la duda puede suponer que en el futuro la póliza no te cubra una incidencia y te toque desembolsar dinero extra.
Esta cuestión tampoco es baladí, ya que de lo que se trata es de ver cómo se llevará a cabo la indemnización por parte de la compañía aseguradora. Puede ser en metálico o mediante la reposición o arreglo del daño causado, por ejemplo.
Siempre hay que fijarse, y así debe estar reflejado en la póliza, del tiempo del seguro contratado. Este no podrá superar, por normal general, los 10 años, aunque luego se podrá ir renovando de nuevo año tras año.